lunes, 8 de abril de 2013

Si podemos vencer el miedo a querernos de verdad, superar el dolor que provoca el no poder hacerlo, zafar de los prejuicios y no darle bola a las convenciones, seríamos todos más felices. Ellos son nuestros carceleros y hay que liberarnos. Es evidente que no es simple, no es fácil y no todos quieren hacerlo. Pero es el único camino. Hay que emanciparse de todo esto.

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