miércoles, 28 de agosto de 2013

Pasa el tiempo, y yo sigo girando sobre la misma línea recta. Solo y perdido en mi propio camino, sin señales de tránsito. Siempre me encuentro a mi mismo, a veces es bueno, otras veces no tanto.

Porque a veces me veo soñando despierto, esculpiendo sueños incompletos en mi piel y creyendo —sabiendo— que así se van a materializar.

Porque en esta convergencia reina la duda.

Porque tu nombre hace eco en mi cabeza y se multiplica por dos cuando me veo.

Porque puedo saborear colores dulces que me son amargos y transparentes, el color de tus ojos, de tu pelo, de tus besos.

Porque cada vez que pasa, me veo peor.

jueves, 15 de agosto de 2013

Las agujas del reloj pasan a mi pesar mientras ahogo los dedos en un mar seco de notas. La guitarra, callada, me mira de lejos como esperando conversar conmigo. Le correspondo; me cuenta su tristeza, que en realidad es mi devenir engalanado con la presencia absoluta de la música. ¿Cuántas angustias es necesario atravesar para que esta sea sincera? ¿Es imprescindible ser para que ella exista?

La música me surge, no como una contingencia, sino como una necesidad. Ella es a mi, lo que Dios a los teístas, y no entiendo aún por qué. ¿Será que a través de ella se van todos los ruidos y vibraciones de mi pensamiento para silenciarme interiormente y dejarme vivir? Porque le cuento todo, quizá. Porque está conmigo en todo momento, es omnipresente.

La música sin vida sería un error.

lunes, 12 de agosto de 2013

Invisible

Siento el calor corriendo tras mis pasos,
Siento tu piel besándome los brazos.
Cuando estoy solo no puedo ver.

Siento el ardor de la lluvia de verano,
en pleno invierno, mojándome las manos.
Siento el dolor de no saber.

Cuando te miro no puedo ver tus ojos muertos
Cuando te beso no puedo ver que es solo un sueño
Y lo esencial es invisible a mi corazón
Desde que cerraste la puerta.




jueves, 1 de agosto de 2013

Calesita

¡Será posible! ¿Cómo se hace para meter toda el agua de lluvia dentro de una taza de café? No se puede, sencillamente. A veces tratamos de abarcar las situaciones como el arca de Noé y no nos damos cuenta de que no nos lleva a ninguna parte, entonces tratamos y tratamos... cuando nos queremos dar cuenta, estamos ahogándonos en un mar infinito de incertidumbre, hundiéndonos más y mas. Los grilletes en nuestros tobillos nos encadenan a un sin fin de nimiedades que pesan más que la nada misma que nos mantiene callados. Vamos aislándonos poco a poco, olvidándonos hasta de nosotros mismos, solo para estar dentro de la cabeza de otro. Y sabemos lo que hacemos, porque no somos idiotas (solo un poco masoquistas).

En esta calesita a veces no sabemos comportarnos. Nos paramos, saltamos de un caballito al otro, nos reventamos contra el piso, los más atrevidos tocan los cables... todo por pensar que tenemos el dominio de algo. No tenemos nada. ¿Quién nos puede aconsejar algo si estamos todos en la misma? Quizá la experiencia otorgue autoridad a alguien para intentar ayudar a otro a no caerse. Es una ficción retorcida la calesita. Me hace pensar en masas humanas incrustadas en un aparato eléctrico similar a una licuadora donde sus cuerpos quedan intactos pero sus emociones se homogeneizan hasta formar algo extraño. Quizá esa comunión entre todos los sentimientos, emociones, pensamientos y demás que tenemos en común con los otros miembros de la procesadora sentimental sea aquello que nos obligue a intentar acaparar todos los problemas de forma arbitraria.

Y yo me pregunto a veces... ¿Dónde quedó todo? ¿Quedó algo? No sé. Yo solo quería abrazarte, y quise abarcar demasiado... y ahora pago las consecuencias. A m i g a.

I - VIII - XIII