sábado, 20 de julio de 2013

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Tuve que dejar pasar unos días para que se aflojen las tormentas que me están sacudiendo y poder poner en palabras lo que sentí aquella noche. Tuve que dejar pasar unos días para poder separar lo que pasó dentro de mi cabeza de lo que pasó en realidad, aunque... ¿Cuál es la realidad? Difícil. No voy a meterme con eso.

Como siempre, tu figura sobre mi. Cada vez que apoyás tu cabeza en mi hombro, yo me vuelvo un poquito más loco. Otra noche como tantas, en la que mi cabeza pide a gritos que te coma viva y yo no le hago caso. ¿Cómo explicar lo que sentí cuando te acostaste a mi lado? Luego de estar toda la noche divagando, nos aplacó el sueño y hubo que irse a dormir. Por fin me iba a separar de vos, pero insististe con que me quedara, y lo hice. Dormimos en camas separadas como galaxias alejadas (más que obvio, por supuesto). No te imaginás cuánto me costó conciliar el sueño sabiendo que estabas del otro lado de la pared.

A mediodía me despiertan unas voces. Llegó gente. Distingo la tuya como al final de un túnel, y de repente veo que la puerta se abre y estás vos. No es un sueño, es la realidad. Entrás como una diosa en pijama, saltás sobre mi, y te acostás a mi lado. Si tu presencia me produce nervios, más aún me produce tu tacto. No solo compartís la cama conmigo, sino que te acomodás en mi con tu cabeza en mi pecho. Además me dejás abrazarte, no entiendo cómo no estoy temblando. Siento las caricias de tu pelo, tu mano sobre mí, tu cuerpo contra el mío. Si hubiese muerto en ese instante, hubiese muerto sorprendido, pero mediocremente feliz.

Lo que vino después fue sencillamente perfecto. Desayunar juntos, mirar videos, esperarte mientras te aprontabas para salir de tu casa... fue un día feliz, aunque más tarde la realidad me golpearía bastante fuerte en la cara. "Solo quiere ser tu amiga".

XXIV-VI-XIII

¿Cómo puedo comenzar a escribirte? Y si puedo hacerlo, ¿Cómo hacer para que tus ojos oscurecidos me esquiven la mirada? O, Fräulein... ¿Qué me ocultás detrás de esas mieles? No tengo respuestas todavía, mi pensamiento idílico es arrastrado violentamente, se lo llevan nuestros ríos, que nacen del mismo deshielo y se bifurcan casi enseguida en direcciones contrarias. Aún así, siento cierta necesidad.

¿Qué es este amor a lo imposible? Me siento ahogado en un pantano turbio, en un barro sin esperanza. Solo hay una cuerda de la que puedo agarrarme; es una cuerda ambigua que me puede hundir o salvar. No recuerdo bien el momento en el que comencé a hundirme, solo recuerdo el ruido sordo de mis pasos en el lodo rojo. De un momento a otro me vi a mi mismo con el agua al cuello.

O, Fräulein... profaname, leeme violentamente, entero, no tengas reparos. Desnudá mi alma y mordela fríamente, dejá que su sangre te recorra los labios con su verde calidez. Desangrala. Escuchala mientras grita con su voz perturbadoramente muda. Cortala con tus uñas para que sufra con todo el goce que el dolor provocado por vos le pueda causar. Mancilla sus brazos para que brote su agonía y se vaya lentamente, fluyendo por las grietas de tus manos. Ya no importa si me hundo o si me salvo, mi cuerpo ya no existe, creo. Si existe, que Cronos se apiade de él. Veo sobrevenir el caos en cada una de mis memorias, nunca a tiempo, siempre tarde. Horizonte. No solo no puedo llegar a él, sino que también tengo los pies trancados. Puedo soñar con llegar, pero no puedo ni siquiera moverme para intentar lo imposible.-

martes, 2 de julio de 2013

XVII-VI-XIII

Hay cosas peores, supongo. A veces la melancolía se adueña del ambiente y nos domina. No podemos hacer otra cosa que tomar un café para despertarnos un poco y esperar tranquilos a que se nos pase. Algunos hacemos música, otros pintan, otros escriben (en serio, no como yo), otros hablan y otros callan, pero este tipo de gente comparte algo que no todos tienen: el sentimiento constante de la soledad y la tristeza. El bajón y el pozo ya son cotidianos en algunos, además de que estos "algunos" soportamos diariamente que se nos diga que la vida es hermosa y hay que estar feliz y agradecer por ella. Yo, particularmente, no tengo porqué agradecer por mi vida, porque me la impusieron. Sí, la vida trae cosas buenas de vez en cuando, y yo tuve la suerte de tener buenos padres, pero el problema no es eso. El problema es la vida en sí misma, y eso es algo que no todos entienden. ¿Por qué tenemos que gustar de algo que es trágico en sí mismo? Sí, hay ciertas cosas que hacen más soportable la sensación de vacío que produce la vida, y quizá nos den una sensación de saciedad por un rato, pero luego sobreviene la realidad y el golpe es fuerte.

No quiero generar malentendidos; no quiero hacer una apología de la depresión, ni deseo a la gente el mal ni la tristeza. Solo quiero que el que lo lea sepa entender el lugar del mundo donde nosotros estamos parados, o, desde mi humilde lugar, explicar lo que un individuo siente. La vida, como absurdo, no puede traerme más que una melancolía constante, dura, total y absoluta, maquillada a veces con momentos efímeros y particulares de alegría mentirosa. Cuando esta alegría se va, la apatía es desoladora y conduce, indefectiblemente, a la depresión. nuestro ser en un pozo, con momentos de luz. A veces te tiran una cuerda, pero la cuerda se rompe (o la rompe uno mismo). No me interesa la aprobación, me interesa que se respete el disgusto por la vida y que, si a alguien le interesa, puedan saber ayudar concienzudamente a quien quiera sin caer en la ridiculización de nuestro desencanto.

lunes, 1 de julio de 2013

I-VII-XIII

Hay cosas inexplicables que uno siente que lo complican tanto para ponerlo en palabras, que al final termina desistiendo. Como un silencio que la sinestesia convierte en desgano y angustia. Una angustia que parece ser eterna, aunque el desgarro se produce en un pequeño instante.Siento que todo eso me va devorando poco a poco, y no me daría cuenta de todo esto salvo por un detalle; Sí, me doy cuenta.

Pregunto a quienquiera que lea esto: ¿Alguna vez sentiste cómo te aprieta una serpiente hasta destrozarte y ahogarte? Yo no. Yo siento cómo se acerca desde lejos y me destrozo y ahogo solo. Cuando la víbora llega yo ya estoy muerto, siempre. Me inundo de silencio y se me escapa la vida por un agujero que tengo en el pecho, que se abre más y más con los días que pasan a través de él. Y mientras pasan estos días, yo paso de todo.

A veces tengo miedo de no quererme lo suficiente, aunque quizá solo tenga esa certeza (disfrazada de miedo), lo que sería mejor, porque eliminaría la incertidumbre. Soy el arquetipo del payaso triste, que se ve forzado a sonreír ante todos, pero llora en soledad. Nadie ve esto, salvo aquellas personas de admirable sensibilidad. Algunos otros quizá crean que finjo, por eso no se preocupan. Qué tristeza me da que no lo vean, aunque no los culpo. No son responsables de lo que me pasa a mí, ni de la ceguera que los aqueja... aunque me gustaría poder contar con alguien.

Todo esto no es lo que me asusta; mi miedo nace de la permanencia en el tiempo de este conjunto (o sopa) de sentimientos.