sábado, 7 de junio de 2014

Enésima a Cecilia

En este momento estoy recostado, mi espalda sobre las blandas almohadas y mis piernas cruzadas bajo las sábanas. Cómo añoro tu presencia, Cecilia, en estos días lluviosos, en estos días grises, cuando no estás y tus ojos no dibujan la sonrisa en mi cara, cuando tu sonrisa no ilumina mis ojos y cuando tu porte no alegra los momentos más sencillos. Me veo a mi mismo abrazándote mientras miramos cómo las gotas golpean la ventana, sentados en un sillón, en una cama, o en el piso... siento también la brisa mágica de tu voz acariciándome dulcemente, con palabras que quizá, en realidad, nunca saldrán de tu boca hacia mi.

Imagino todo esto, Cecilia, lo imagino y me lleno de color mientras lo escribo, me lleno de luz cuando deliro con la veracidad de lo que pienso. Es una redundancia lo que plasmo en mis textos, siempre tienen que ver contigo. Supongo que es lo único que me queda para aferrarme; tu recuerdo. Háblame, Cecilia, con tus dulces murmullos y tu eterna sonrisa, con tus mandarinas y tus ojitos perdidos en las sombras de algún edificio. Mírame, dime la verdad con el brillo que me inunda el alma de pájaros cuando lo haces.

Es este ambiente tan gris y desolado el que me recuerda que no te tengo a mi lado. Es la lluvia que me recuerda tu imagen con el paraguas, desparramando ternura y pincelando felicidad en mi pecho. Y todo esto solo en la conexión con tu plano más "físico", tangible, lo que puedo ver. Lo espiritual, lo esencial... eso es invisible, inexplicable. Para entenderlo deberías sentirlo tú también. Intento aproximarme con mis letras, pero no existen palabras tan sublimes para describirlo, eso me hace sentir sumamente mundano y banal.

Tengo la sensación de que me estuvieras mirando, deliro con tu delicadeza deliciosa, siento tu alma abrazando y abrasando a la mía, dándole una razón más fuerte que cualquiera para que siga dentro de mi y no me abandone en el oscuro pozo de nuevo. Me haces feliz, Cecilia. Tu sola existencia es suficiente para olvidar que las nubes grises me escupen la cara al volver a mi casa.