jueves, 15 de agosto de 2013

Las agujas del reloj pasan a mi pesar mientras ahogo los dedos en un mar seco de notas. La guitarra, callada, me mira de lejos como esperando conversar conmigo. Le correspondo; me cuenta su tristeza, que en realidad es mi devenir engalanado con la presencia absoluta de la música. ¿Cuántas angustias es necesario atravesar para que esta sea sincera? ¿Es imprescindible ser para que ella exista?

La música me surge, no como una contingencia, sino como una necesidad. Ella es a mi, lo que Dios a los teístas, y no entiendo aún por qué. ¿Será que a través de ella se van todos los ruidos y vibraciones de mi pensamiento para silenciarme interiormente y dejarme vivir? Porque le cuento todo, quizá. Porque está conmigo en todo momento, es omnipresente.

La música sin vida sería un error.

1 comentario: