miércoles, 14 de octubre de 2015

La vida en patines

Volar. Volar, sentir el viento en la cara, ser libre de veras por unos momentos. Caerse y levantarse constantemente para conseguirlo. No hay nada mejor que eso, un espíritu liberado que vuela sobre el pavimento y ni siquiera el derrame de sangre lo para.

La vida puede tener atisbos de belleza en esas ocasiones, cuando las rodillas se flexionan y la velocidad aumenta a cada patada en el suelo. Vale la pena romperse el cuerpo para curarse el alma, eso es absoluto.

El vértigo es una sensación alternativa al dolor físico que nos ayuda a sobrellevar con paciencia el devenir del mundo, las vicisitudes del pasado y del presente, y la niebla del futuro. Aquellos débiles que no podemos lidiar con lo "real" (es decir, todos) nos creamos nuestros propios fantasmas.

Pero a veces la vida sólo es estar vestido de negro, bajo la lluvia, en una esquina con un paraguas y un fondo musical tétrico y gris, música de piano y una voz de ultratumba. Entonces es que resbalamos, esa lluvia nos hace caer de nuestro vuelo, perdemos el vértigo y caemos sobre la calle sobre nuestros codos, y sangramos, sangramos, sangramos. Nuestras rodillas se tiñen de rojo punzó y quizá entre las gotas de la lluvia se camufle una lágrima...

Así es la vida en patines.

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